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Una mínima entrevista.

Después de un día más de trabajo, llegué a casa con más ganas de dormir que de cenar; pero como nunca me había ido a la cama sin cenar, y no estaba dispuesto a experimentar nuevas sensaciones, me dirigí a la cocina para celebrar el diario rito de los huevos con frijoles instantáneos, café también instantáneo, con leche no muy instantánea que digamos.

Al terminar de cenar, me dio más sueño todavía; y ya me estaba quedando  dormido en la silla, cuando llamó mi atención un extraño ruidito que se empezó a escuchar en forma intermitente. Me puse de pie como a los catorce segundos de iniciado el ruido para no demostrar demasiado interés y para poder ubicar el lugar de donde provenía.

Debajo de la estufa. Exactamente bajo la estufa estaba lo que provocaba aquel ruido, que a cada momento iba haciéndose menos extraño e iba adquiriendo características de lenguaje, es decir, parecía un cuchicheo entre enanitos.

Me agaché para asomarme, con lo que logré tres cosas:

 

1.- Darme cuenta de la cantidad de cochambre que se acumula debajo de las estufas.

2.- Escuchar con más claridad el cuchicheo.

3.- Embarrarme la mejilla izquierda con el aceite que se me había caído minutos antes, cuando freía los huevos.

 

Me incorporé con la mejilla muy resbalosa y con la certeza de que alguien estaba hablando debajo de mi estufa.  

-¿Quién vive?- grité, no muy convencido de que fuera a obtener respuesta, pero esperé los cinco segundos que acostumbran esperar todas las personas decentes después de hacer una pregunta.

-Yo... -me contestaron desde abajo de la estufa.

Mientras me reponía de la sorpresa recibida, pasaron algunos segundos, y después de los segundos pasaron algunos terceros.

-¿Quién eres? - ¿Eres acaso “el duende de las cocinas”?

-No, ese sujeto no existe más que en la imaginación de las amas de casa de no me acuerdo dónde.

-¿Entonces quién eres? -pregunté tratando de ocultar mí nerviosismo.

-Soy algo peor que eso, soy un ortóptero. -Me contestó con una dicción admirable.

-¿Y qué es eso? 

- Mira, Cupertino, “orthos” significa “derecho”, y “pterón” significa “ala”; o sea que “ortóptero” significa más o menos “ala derecha”. Soy un insecto ortóptero nocturno, es decir, soy una cucaracha.

Después de esas palabras, se imponía dejar pasar otros segundos y así lo hice. (El lector puede aprovecharlos para encender un cigarrillo o rascarse la rodilla.)

-¿Me esperas un momento, cucaracha?  Nadamás voy por una grabadora. Me agradaría grabar tu voz... Quisiera entrevistarte... ¿Puedo?

-¡Claro que puedes, Cuper! Estás en tu casa.

Salí rápidamente de la cocina, desconecté la grabadora de la sala, le saqué el cassete de “Carmina Burana” que había estado oyendo la señora que me hace el aseo y lo sustituí por otro virgen. Regresé a la cocina, conecté la grabadora, le instalé el micrófono y me tiré de panza en el suelo.

-¿Puedes salir, cucarachita? Quiero que se grabe tu voz lo mejor posible.

-Lo siento. Cuper. No puedo salir. Si me quieres entrevistar, hazlo así. No me quiero exponer a que ya estando afuera, no puedas dominar tus instintos asesinos e intentes acabar conmigo.

-De acuerdo, como tú quieras...Pero... ¿cómo sabes mi nombre?

-Te llamas Cupertino Montelongo de Los Monteros. Sé tu nombre porque todas las cucarachas tenemos la costumbre de conocer santo y seña de nuestros enemigos . Te suplico que seas breve y no preguntes tonterías. Y por favor llámame simplemente Cuca; yo a cambio te estoy llamando Cuper.

-¿Empezamos Cuca?

-¡Pues empezamos Cuper!

 

CUPER.- Como hasta el momento no se ha visto que alguien haya entrevistado a una cucaracha, desconocemos todas las respuestas, aún a las preguntas más obvias. Por eso te pido disculpas de antemano si alguna pregunta te llega a parecer tonta.

CUCA.- Échale pues.

CUPER.- ¿Eres feliz?

CUCA.- Pues a pesar de la persecución de que somos objeto, tengo muchas razones para ser feliz.

CUPER.- ¿Podrías citarme algunas?

CUCA.- Simples frivolidades. Por ejemplo, me hace feliz el saber que todos mis descendientes tienen el porvenir asegurado.

CUPER.- ¿Cómo es eso?

CUCA.- Mira, desde hace mucho tiempo han querido exterminar a mi especie. Tú mismo has echado todos los productos insecticidas que ves anunciados en televisión. ¿Y qué han logrado?

CUPER.- Me imagino que se han de estar inventando nuevas fórmulas...

CUCA.- La mejor que tenían era el Diclorodifeniltricloroetano, y ha servido para puras vergüenzas.

CUPER.- Dicloro...¿qué?

CUCA.- D. D. T., torpe.

CUPER.- ¿Entonces, no hay manera de acabar con ustedes?

CUCA.- Solamente a pisotones, pero está medio difícil que nos acaben así. Tenemos la maravillosa facultad de adaptarnos a las condiciones más desfavorables. Simplemente te voy a mencionar un dato: Ya tuvimos una experiencia en la luna y lo único que nos falta es dominar la diferencia de gravedad, pero estamos trabajando ya en eso.

CUPER.- ¿Cómo piensan solucionarlo?

CUCA.- Aquí tenemos que entrar en acción los machos. Recuerda que tenemos alas y que los machos sí podemos volar, sólo que no acostumbramos hacerlo muy seguido para no hacer tan evidente nuestra presencia en las cocinas. Todo es cosa de enseñar a volar a nuestras hembritas y asunto arreglado.

CUPER.- Cambiando de tema, ¿qué opinión tienes de los humanos?

CUCA.- ¡Ufff! Los detesto, los detesto a todos... aunque no, espera, hay uno con el que me he sentido muy identificado... creo que se llama Gregorio... sí, se llama Gregorio Samsa.

CUPER.- Pero él nunca existió, sólo es un personaje de Franz Kafka.

CUCA.- ¿Lo ves? El único humano que me caía bien, no es real.

CUPER.- ¿Y porqué nos detestas, Cuquita?

CUCA.- ¡Qué pregunta tan tonta! Porque ustedes quieren aniquilar a mi especie. Es como si a los pueblos árabes les preguntaran porqué detestan a los gringos. Pero es más fácil que se extinga la especie humana, a que las cucarachas dejemos este mundo.

CUPER.- ¿Porqué lo dices?

CUCA.- ¡Otra pregunta tonta! Porque una especie tan conflictiva e inestable como la tuya, está propiciando su propia extinción. Cada día que pasa, es más inminente el peligro de una guerra que termine con toda la especie humana. No se han dado cuenta de que la mejor manera de ganar una guerra, es evitarla.

CUPER.- ¿Y qué pasaría con ustedes en caso de una guerra total?

CUCA.- Una de las pocas especies que podrán sobrevivir a una guerra nuclear, seremos las “odiosas cucarachas”. La absurda guerra que tu especie promueve, nos pone en inmejorable condición de ser las reinas de este planeta. Todos ustedes van a estar muertos, mientras nosotras vamos a seguir admirando la sonrisa de la Monalisa.

CUPER.- Pero es que tú sabes, las grandes potencias buscan la hegemonía sobre los países más débiles, buscar controlar y asegurarse los recursos, buscan...

CUCA.- ¡Pues que se vayan al carajo!

CUPER.- ¡Oye Cuca, que se está grabando nuestra conversación! Esta entrevista la pienso publicar en una revista de “Acción Nacional”. ¿Qué van a decir?

CUCA.- Ay si, van a decir: “Esa pinche cucaracha es una lépera”

CUPER.- Perdóname, pero ahí le paramos. Una cosa es que a mí me interese grabar esta entrevista tan especial, y otra que aproveches la tribuna que te ofrezco para manifestar tus fobias de una manera tan soez.

 

Algo me iba a contestar la cucaracha pero ya no la alcancé a escuchar. Desconecté indignado el micrófono y rocié todo un bote de insecticida bajo la estufa. Saqué el casete para reproducirlo y editar todas las vulgaridades de Cuca, pero éste no sólo era virgen, sino que además estaba muy “apretadito” y no se grabó nada.

Me volví a asomar bajo la estufa para cerciorarme de que la cucaracha estuviera  muerta, pero no vi nada. Sólo alcancé a escuchar unas palabras que me hicieron recordar a mi finada jefecita.

De haber sabido lo que iba a resultar de esta entrevista, me hubiera ido a dormir y no hubiera perdido el tiempo tan miserablemente. 

 

 

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