

Cuando secó la pintura naranja, mientras sus ayudantes pintaban de negro la parte inferior de
la fachada, don Nepomuceno Pintado procedió a ejecutar él mismo, el letrero que lo identificaría
como un local comercial. Las grandes letras rojas fueron brotando de los pinceles con una
velocidad que sólo pueden tener los profesionales en el oficio de la rotulación.
El local estaba ubicado en una esquina, así es que en la parte de la Avenida ”Polleros”, pintó
la palabra "Rotulos"; y en la pared que daba a la Avenida "Mártires de la Frontera", la palabra
"Pintado". Cruzó la calle para mirar desde la contraesquina, y se dio cuenta de que las letras
rojas se perdían en el fondo naranja, por lo que decidió perfilarlas con pintura blanca. También
agregó el acento que le faltaba a la palabra "Rótulos".
Al quedar satisfecho del resultado, sacó del interior del local, un bastidor de madera que
medía aproximadamente dos metros de alto por uno y medio de ancho, y que tenía montada la
imagen de su hija Celeste, como muestra de una de las modalidades del tipo de trabajo que era
capaz de realizar.
La foto le había sido tomada a Celeste precisamente durante su fiesta de quince años,
cuando ya se había cambiado el vestido de quinceañera, y el de india sioux con el que bailó la
polka, y tenía puesta una blusita de terciopelo azul cielo y una mirada de princesita inca.
No se alcanzaba a ver en la enorme amplificación si tenía falda o pantalón, pues la foto era de medio cuerpo, pero los que asistieron a esa fiesta, recuerdan que traía una falda negra muy cortita, que hacía que llamara muchísimo la atención. Fue precisamente la misma noche en que se hizo novia de Rames Colorado, alias “El Colorín”. Simplemente el chavo más grueso del barrio.
La contemplación de su local, ya con la enorme foto de Celeste, le dio tanto gusto, que fue a
llamar a toda la familia para que saliera a dar su opinión.
Al día siguiente, como era de esperarse, un sacerdote acudió a bendecir el local, y por la tarde se organizó una sencilla fiesta entre los conocidos, familiares y futuros clientes del nuevo negocio.
Durante la reunión, todos los asistentes preguntaban extrañados por la inexplicable ausencia
de Celeste, quien aunque ahora ya no se parecía nada a la chica del cartel por haber engordado
mucho, tenía que estar presente por ser la modelo del local.
Don Nepomuceno justificó la ausencia de su hija diciendo que se había ido a estudiar a
Hungría, aprovechando un intercambio cultural; porque no quería que nadie se enterara de que
la había obligado a irse a la casa de su tío Pompeyo, en Querétaro; al enterarse de que al
“Colorín” lo había agarrado la Migra, y estaba a punto de aparecerse por la colonia.
A nadie de la familia le caía mucho en gracia la inminente presencia del “Colorín”, pues
durante el tiempo que duró de novio de Celeste, todo había sido bronca tras bronca, por la
inclinación de éste a entrarle al cemento y a la mariguana, y a capitanear una banda de chavos
igual de ingobernables que él, que conseguían el dinero para sus vicios asaltando comercios y
transeúntes. Incluso se llegó a rumorar que él había sido el que se había "echado" a un peligroso
sujeto llamado Hermógenes Goyconechea, apodado el “Cavernoso Mayor”, líder de una banda
rival, conocida como “Los Cavernosos del terror”.
Después de varias semanas de permanecer expuesta día y noche la enorme foto de Celeste,
a la gente le parecía muy raro que no hubiera sido víctima de los grafiteros locales, que tenían
pintarrajeadas todas las paredes del barrio. Ya era hora de que le hubieran pintado los dientes
negros para que pareciera chimuela, o que le hubieran agregado cuernos como habían hecho
con todas las imágenes de los candidatos a diputados, senadores, e incluso a la presidencia de
la República. Pero nada.
Nadie se explicaba el porqué del respeto de gente tan irrespetuosa a una simple niña bonita
vestida de azul.
En realidad, ya la habían pintarrajeado sin piedad, agregándole toda suerte de garabatos,
leperadas y alusiones sexuales, pero al día siguiente, todo había desaparecido y la imagen se
veía impecable y sin rastro alguno de esos ataques.
Los mismos que habían dejado su marca en la imagen estaban sorprendidos y frustrados, y
llegaron a suponer que había alguna capa protectora o un vidrio muy delgado e imperceptible,
pero unos navajazos en el pecho de la imagen, los convencieron de que era papel común y
corriente montado en aglomerado de madera de muy baja calidad.
Pero lo que nadie sabía, era que don Nepomuceno, cada vez que se deterioraba la foto de su
hija, la cambiaba por una nueva. Así llevaba casi un mes, cambiando la foto por lo menos dos
veces por semana. Había sido un golpe de suerte debido a la borrachera de Esiquio Tinajero, el
encargado de la imprenta en la que le habían hecho las enormes fotos, quien confundió su
modesto pedido de dos muestras, con el pedido del PRI, que había mandado a hacer quinientos
posters de su fallido candidato a la presidencia de la república.
De esa manera, con quinientas fotos de su hija, Don Nepomuceno se divertía cambiando la
foto cada vez que era necesario, y al mismo tiempo practicaba el montaje, pues era lo que más
le había dado problemas para dominar durante su época de aprendiz.
Las señoras de la Comunidad Religiosa "Barrio Unido por la Salvación de las Almas de Todos
los Vecinos Piadosos que Comulgan todos los Domingos", comenzó a tomar cartas en el asunto,
pues todo apuntaba hacia un milagro.
Hacía tanto tiempo que no se daba un milagro en la comunidad; - desde el caso del niño
Manuelito, que lloraba lágrimas de cajeta -, que este hecho empezó a causar revuelo entre las
sencillas gentes de la colonia.
Los ataques a la imagen continuaron durante algunos días, siendo el más terrible el que llevó
a cabo la Banda “Grafiteros Grifos”, quienes colocaron explosivos adheridos a la imagen, y la
volaron con todo y bastidor. Pero al día siguiente, ahí estaba como si nada, impecable y
reluciente.
Al poco tiempo los ataques cesaron, pues el convencimiento de la gente de que la niña bonita
era una santa, hacía peligrosísimo acercarse a ella con malas intenciones. Hasta los mismos
sujetos que antes se habían ensañado en sus ataques, ahora hasta limosna depositaban en la
gran alcancía que la parroquia había colocado junto a la imagen.
Los fondos que se recaudaran, se repartirían por partes iguales. Una parte le tocaría a Don
Nepomuceno por ser el padre de la santa; y con la otra se constituiría un fondo para levantarle
una capilla para su adoración, en el terreno baldío de enfrente.
Como ya casi no había necesidad de cambiar la foto del bastidor, Don Nepomuceno guardó
celosamente las cuatrocientas doce imágenes que le sobraban, para poderlas comercializar más
tarde, cuando el fervor por su hija aumentara,
Con el paso de los meses, a la gente le dio por llamar a ese lugar “La esquina de la Niña
Bonita”, y todo el que pasaba por ahí, se hincaba un rato ante la imagen, rezaba un poco y
después dejaba unas monedas, ante la vigilancia de los grafiteros, quienes la habían adoptado
como su patrona.
Cuando Rames Pintado alias "el Colorín" llegó a su casa en el barrio, sus familiares le
platicaron todo lo que había pasado con su amada, del fervor que se había desatado por ella en
la colonia; de la fama que le había dado a esa esquina, y del interés de la delegación por
"recuperar para los vecinos esos espacios de meditación que tanta falta les hacía, para que a
partir de una espiritualidad sana, accedieran a los más altos niveles de la democracia", según palabras del delegado.
Rames sabía que no podía llegar como si nada a la colonia, pues la familia del Cavernoso
Mayor iba a tratar de vengar su muerte, ya que siempre habían estado de necios de que él lo
había matado. Por eso se escondió unos días en la casa de “La Güera Balín” mientras se
enteraba de todo lo que pasó durante los 3 años que estuvo en Los Angeles.
Una noche, Rames de atrevió a salir de su escondite y fue precisamente a la famosa esquina,
para cerciorarse de todo lo que le habían contado. Como eran las tres de la mañana el lugar
estaba desierto. La luz de la luna iluminaba, ayudada por los faroles que para eso estaban, la
enorme foto de Celeste Pintado.
Quedó parado frente a la imagen de su ex novia, y los recuerdos invadieron esa esquina. Los
ojos se le humedecían al contemplar a la mujercita por la que se había ido al otro lado, con la
misión de conseguir lo suficiente para ofrecerle mejores condiciones de vida, y no huyendo
como pensaba la mayoría.
No se dio cuenta de que los hijos del Cavernoso Mayor, avisados por la Güera Balín lo habían
seguido con intenciones de matarlo. Como estos jóvenes no eran de la misma madera de su
padre, habían tenido que tomar mucho tequila para darse valor. Tan borrachos estaban los
pobres, que estuvieron a punto de ser descubiertos por Rames, cuando uno de ellos se cayó dos
veces.
Tan absorto estaba contemplando y diciéndole cositas lindas a la niña bonita, que no se dio
cuenta de que Heriberto, Hilario y Hermenegildo Goyconechea, se encontraban a sus espaldas
tratando de no hacer ruido y preparándose para irse sobre de él con los machetes que les
heredó su difunto abuelo.
Rames hablaba con ternura a la imagen como si ésta lo pudiera escuchar, mientras tres
machetes temblorosos se levantaban sobre su cabeza.
No se sabe si fue la borrachera que traían, o fue la fuerza de la creencia popular, pero los
machetes se detuvieron cuando los tres hermanos vieron que la niña bonita le sonreía a Rames
y le contestaba con su vocesita chillona tan particular: “Si me quieres ver, estoy con mi tío
Pompeyo en Querétaro”
Fue hasta ese momento cuando Rames se dio cuenta de que había estado en peligro, pues
vio correr en círculos a los tres borrachos, machete en mano, ululando frenéticos y gritando
incoherencias entre las que se alcanzaba sólo a identificar la palabra “milagro”.
A pesar de que los testigos estaban ahogados de borrachos, se les creyó todo cuanto dijeron,
pues en esas cosas de la fe, no hay que escatimar esfuerzos, según dijo el Padre Anselmo al
enterarse de los hechos.
Desde esa noche, la fama de la imagen creció, y se empezaron a dar los primeros pasos para
que la niña bonita fuera reconocida por la iglesia como Santa Celeste.
Rames encontró a Celeste en Querétaro, y aunque ya está mucho más gorda, y tiene un
espeso vello en el labio superior que la hace verse feísima, además de que le faltan dos dientes
de enfrente, a él parece no importarle pues se ve muy emocionado y desea vivir con ella, tal y
como lo soñó en sus años de chavo banda.
Y a manera de explicación les dice a sus amigos: “Es que ninguna de las gringas con las que
anduve por allá, tiene lo que tiene mi chata”
Como “el papá de la santita” – sobrenombre con el que ya es conocido Don Nepomuceno - le
prohibió terminantemente a Celeste que se volviera a aparecer por la colonia, no puso objeción
a Rames cuando éste le manifestó su deseo de desposarla y llevársela a vivir a Anaheim, y
hasta le dio dinero para los gastos.
Para Celeste si fue un verdadero milagro que el hombre de sus sueños hubiera venido a
sacarla del aburrimiento en el que se encontraba, y se la llevara a vivir con él. Y lo más
milagroso de todo, es que su padre lo hubiera consentido, y hasta los hubiera apoyado con unas
palabras muy sentidas de aliento y comprensión.
Ahora, con su hija lejos y segura, don Nepomuceno ha empezado a pregonar que su niña
bonita falleció durante el viaje de regreso de Hungría, pues unos terroristas afganos
secuestraron el avión, y las autoridades tuvieron que hacer explotar el avión en pleno vuelo.
Y es que sólo a un hombre tan ofuscado por la ambición, se le puede ocurrir que cosas tan
inverosímiles como esa, sucedan en nuestro mundo.