

El ingenioso gordo.
Prócoro Romo era un sujeto muy gordo. Caminaba con mucha dificultad a pesar de que era joven. Se notaba a simple vista que su ropa era mandada a hacer, pues era difícil creer que alguna fábrica de ropa confeccionara prendas tan enormes como las que él traía.
En todo el barrio nadie había visto a un sujeto de esas medidas. Era en verdad, un hombre demasiado gordo, tanto, que nunca había conocido el metro por dentro; es decir, nunca había intentado siquiera entrar por los torniquetes del sistema de transporte colectivo llamado "metro". Y no lo había intentado porque estaba seguro de que no iba a caber.
Alguien le dijo alguna vez que si entregaba su boleto al vigilante, y evidenciaba su incapacidad para entrar, le abrirían una puerta especial para esos casos, y entraría tranquilamente; pero nunca quiso hacer eso. Es más, a la persona que le recomendó esta sencilla solución le dejó de hablar desde aquel día, pues nuestro personaje tenía otro gran problema peor aún que el de su gordura, Y es que - tenemos que decirlo - Prócoro Romo también era tímido.
Le tenía pánico al ridículo, a la compasión, a las miradas insistentes de la gente que se asombraba de su descomunal obesidad, y a las disimuladas risitas de las personas "normales". Por eso, se fue volviendo cada vez más sedentario; casi no salía a la calle, y tenía contacto con muy poca gente. Las personas que lo visitaban regularmente, se contaban con los dedos de la mano de un señor que perdió dos, al quedársele prensados en la puerta corrediza de una pesera.
Entre estas personas estaba Dorita, la hija de la portera de la vecindad donde vivía, quien se encargaba de hacerle todos los mandados, de asearle su vivienda, y de escucharlo por horas, cuando Prócoro tenía ganas de platicar o de leerle los poemas que escribía y que después publicaba con el seudónimo de "El flaco Higgins" en una revista cultural, que tenía gran demanda en los círculos literarios de Finlandia.
Primero los escribía en español, después los traducía al finlandés; y luego los volvía a traducir al español para que los entendiera la bella Dorita. Generalmente después de dos traducciones, le quedaban mucho mejor.
Otra persona que lo visitaba aproximadamente dos veces por mes, era el Sr. Ftzkmrjhnzjtdi, un finlandés avecindado en México que era el corresponsal de la revista. Él recogía el material, le sugería temas para los siguientes poemas, le dejaba textos en español, inglés, italiano, y portugués, para que los tradujera al finlandés; y le pagaba en riguroso efectivo por todas sus colaboraciones.
Llevaba una buena relación con el Sr. Ftzkmrjhnzjtdi, con quien platicaba animadamente durante muchas horas. La única vez qué tuvieron un altercado, que puso en peligro su relación comercial, fue cuando el finlandés le pidió que se tomara unas fotografías para que lo conocieran sus numerosos admiradores de Finlandia.
De esa manera, escribiendo y traduciendo, se ganaba el pan el buen Prócoro. No veía televisión, aunque tenía, pero sólo para que Dorita la viera mientras hacía el quehacer. No oía la radio, Dorita sí. Tampoco leía periódicos, pues no parecía muy interesado en las noticias de ningún lado. Lo que sí hacía, y mucho, era leer y escuchar discos; ya que tenía una impresionante colección de libros y discos que ocupaban casi la mitad de su vivienda, y cuya procedencia era lo único que justificaba la visita de la tercera persona que lo frecuentaba.
Era un doctor tal vez demasiado joven para serlo, quien en cada visita semanal, le llevaba paquetes de libros y discos, que Prócoro le encargaba, y le pagaba sin discutir. Sus visitas eran muy breves, pues el doctor, después de finiquitar su asunto comercial, tomaba su papel profesional y le insistía en lo de siempre, cosa que irritaba a nuestro obeso personaje, por lo que terminaban discutiendo.
El doctor Zambrano, sin que Prócoro se diera cuenta, se había ganado poco a poco la confianza de Dorita y del Sr. Ftzkmrjhnzjtdi, con la intención de que le ayudaran a convencer al gordo Romo de que aceptara lo que siempre le había propuesto, pero ni Dorita ni el finlandés se habían atrevido a secundar al doctor, por temor a la ira de Prócoro Romo.
Y no es que le tuvieran un miedo real, sino que lo querían bien, y no les gustaba verlo enojado. Sin embargo, el doctor insistía una y otra vez en lo mismo: convencer a Prócoro de que se dejara practicar una serie de liposucciones.
Cuando por fin el doctor Zambrano los hubo convencido, se presentaron en la vivienda de Prócoro; éste estaba sorprendidísimo de ver juntas a tres personas a quienes siempre había recibido por separado, y que ni siquiera imaginaba que se conocieran y se trataran con tanta amistad.
Después de muchos preámbulos, de muchas justificaciones, y demasiadas contradicciones, al fin se atrevieron a plantearle el asunto.
Le hablaron de lo mucho que lo querían, de las ventajas de tener una figura más armónica con la generalidad; el finlandés le entró por el lado de la fama que como poeta podía tener, sin necesidad de ocultarse, y de que al fin le podría hacer honor a su seudónimo; Dorita le dijo que si no estuviera tan gordito, hasta se podía ver guapo; y que muchas mujeres querrían estar con él, incluyéndola a ella. El doctor le habló de la salud de su corazón; en fin, le dijeron todo lo que se les ocurrió con tal de convencerlo del asunto de las liposucciones.
El gordo Romo los veía sin decir nada, sus ojillos redondos como él mismo, se posaban de uno en otro. De pronto se levantó de su enorme sillón y les dijo: -¿Saben cuál es mi nombre completo? Pues yo se los voy a decir. Me llamo PRÓCORO ODÓN ROMO WONG... ¿No les dice nada mi nombre?-
Dorita, el doctor y el finlandés, negaron con la cabeza. El gordo se dirigió a un pizarrón que tenía en la pared. -A ver si esto les dice algo - Y escribió lo siguiente:
"LOS GORDOS NO SOMOS TONTOS, SÓLO SOMOS GOLOSOS;
YO SÓLO COMO TODOS LOS OLOROSOS TOTOPOS, ¿O NO?
YO NO SOY CÓMODO COMO TODOS LOS ORONDOS BOBOS.
YO LOS CONOZCO POR MOROSOS LOCOS CON JORONGO.
OJO: SÓLO PONGO BOTÓN CON POCO OZONO.
COLOCO LOS COLOSOS CON LOS TOROS POROSOS COMO COLOFÓN.
HORROROSOS SON LOS POCOS COLONOS MORBOSOS”
Los tres leyeron las palabras, y tenían una cara como de que empezaban a entender algo de lo que el gordo les trataba de decir, pero prefirieron quedarse callados para dejarlo hablar.
- Mi nombre, si se fijaron, solamente tiene una vocal que es la "O", también se habrán dado cuenta de que lo único que puedo escribir sin necesidad de meditar, o sea, que me brota de la mente sin ningún esfuerzo, también tiene solamente esa hermosa vocal; por lo tanto, yo tengo que ser redondo como esa letra. Ese es mi destino, y ustedes no lo pueden cambiar.
Yo tuve hace años una novia que se llamaba ALMA AMANDA PASTRANA ALCÁNTARA, y la tuve que dejar porque siempre andaba con las piernas separadas; ese era su destino porque su nombre sólo tenía la vocal "A ". ¿Entendieron ?
Ninguno dijo nada, sólo se limitaron a salir, asintiendo con la cabeza. Las puertas del departamento "O" se cerraron detrás de ellos. De ahí, los tres se fueron como siempre a cenar al café de chinos que quedaba ubicado a dos cuadras de la vecindad del gordo. Durante la cena hablaron de muchas cosas y de nada; pero en la mente de los tres sólo revoloteaba una idea:
¡ Cómo el ser humano tiene tanto ingenio para justificar sus debilidades...!